Señor y señora tacones. ®.
Relato. Romance. Comedia.
Autor: Jorge Ofitas. ®.
Leopolda Tacones era una joven bella rica y famosa. Se ganaba la vida haciendo breves anuncios de televisión y en su tiempo libre tocaba el violonchelo. Ella no creía en el matrimonio pero si creía en las relaciones duraderas. Cómo era tan guapa y alta muchos hombres la cortejaban, algunos para una cita sexual y los menos para un compromiso serio, claro qué la Leopolda no era chica de citas breves y era más seria que un San Luis de palo.
El aspecto físico no le importaba mucho pero en lo que se refería a la estatura no perdonaba no se fijaba ni en los hombres de igual talla. Deben ser más altos, solía decir y no le faltaban razones. A esto había que sumar que Leopolda era una exagerada amante de los tacones, tenía un vestidor lleno de ellos y de todas las marcas y nunca salía sin ponérselos incluso en su apartamento solía usarlos.
Una noche de otoño cuando asistía a un cóctel se enamoró de un hombre, de repente, el flechazo fue tan certero que tuvo que ir al servicio para calmarse, nunca antes había sentido nada parecido. El chico en cuestión siguió conversando en la fiesta con sus círculos y allegados más ella toda sonrojada no se atrevía a salir del aseo. Así que la fiesta terminó y no volvió a verlo. Así de rarita era la Leopolda.
Cuando se enteró de quién era el hombre de la fiesta quiso conocerle. No pudo averiguar cuánto medía pero sí que poseía una fábrica de zapatos de tacón de alto diseño y además le iba bien. Leopolda se enamoró todavía más.
Finalmente alguien les preparó una cita en el bar privado de un hotel de cinco estrellas. Sin que ellos supiesen nada; ambos irían engañados hasta allí, lo demás seguro que surgiría pues ella ya lo conocía aunque don Luis Faldas no supiese quién era la impresionante Leopolda Tacones. Al diseñador solo le dijeron que una chica llamada Leopolda bellísima y adorable quería conocerle aunque no le dieron detalles, solamente que era algo más baja que él y qué seguramente cómo era costumbre en ella llevaría puestos unos tacones altos y preciosos.
- Está hecha para ti. -Le dijo uno de sus mejores amigos; - Es una amante de los tacones Luis y, lo más importante; es preciosa y una persona maravillosa. Te encantará -
Así que el empresario don Luis Faldas bien pertrechado, perfumado y elegante cogió su coche y se fue a conocer la bonita y alta Leopolda Tacones, famosa por los anuncios que hacía y porque no era usual encontrar hoy día una mujer joven y hermosa a las que le gustase las relaciones para mucho tiempo, ya se sabe. El caso es que cuando la Leopolda se enamoraba le duraba.
Nada más lo vio entrar y vio que don Luis Faldas media unos cinco centímetros más que ella fue a hablarle. Se presentaron, cenaron, bebieron, bailaron y se besaron, luego de esto cada cual se marchó a su casa. Fue tan bonito que Leopolda comenzó a forjarse la tradicional idea de casarse con el diseñador y empresario por el rito cristiano. Ahora tendría el hombre que amaba y una fábrica de tacones para ella sola y don Luis a la mujer con la que toda su vida había soñado.
El día de la boda Leopolda Tacones no cabía en sí de gozo. Estaba en el altar esperando a su Luis amado y cuando lo vio aparecer su preciosa carita se tornó pálida. ¡Luis era más bajo qué ella! ¡Cómo era posible! Quiso salir corriendo pero no podía debido a los elevados zapatos que llevaba, Luis se acercó para darle un beso y ella le arreó una bofetada. Añadiendo:
- ¡Qué ha pasado con tu estatura ahora eres más bajo qué yo! ¿Te has metido en lejía o algo así? ¡Me has engañado! ¡No me caso con enanos!
- Lo siento mi amor. ¿Qué creías? Tengo una fábrica de tacones, me encantan ponérmelos, tengo una colección asombrosa. Solo son diez centímetros cariño, tampoco es para ponerse así..
Leopolda se puso a llorar y a gritar desconsolada en medio de la iglesia diciendo, ay qué pena más grande me enamorado de un enano con tacones. Y se formó un alboroto, tras esto él fue a darle un beso después de volver a ponerse sus tacones masculinos de propia fabricación. Ella le miró pues estaba muy enamorada y algo más calmada le dijo:
- Me casaré contigo solo con dos condiciones.
- Lo que tú digas amor, dijo él.
- A partir de hoy los tacones los diseño yo y la otra es que siempre llevarás tacones elegidos por mí…
- ¿Hasta en la casa?
- Y tal vez en la cama, respondió ella, ya veremos, además, tendrás que aprender a tocar el violonchelo con tacones…
El cura pudo decir finalmente:
- Os declaro marido y mujer. Pueden llegarse, perdón, pueden besarse…
FIN
“Hay qué no tiene ná qué vé el color ni la estatura con las cosas del querer”
(Miguel de Molina)
Autor relato: Jorge Ofitas. ®.
Europa. 2017. ®.